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me intentaron aplastar y no lo permití.

Me intentaron aplastar y no lo permití

Voy a empezar por el final.

Aquí tenemos a un paciente (y ya amigo por la cercanía que su patología ha creado entre ambos) saliendo del hospital tras su tercera operación de espalda. Tres artrodesis para ser más exactos.
Una de ellas por un cáncer.
Hemos luchado a capa y espada para evitar la tercera, pero no se ha podido.

Un tipo duro, muy alegre y con una actitud envidiable.
Hasta arriba de pastillas (16-20 al día), bloqueos lumbosacros y medicación intravenosa (morfina) prácticamente sin resultado.
Nunca deje de ver una sonrisa en su cara aun estando bien jodido.

Vivir esto es muy potente. ¿Cómo una persona que sufre tanto dolor es capaz de tener esa actitud de afrontamiento?

Y luego una persona con una patología de menor gravedad y buen pronóstico lo vive como un auténtico drama. Los caprichos del dolor y la conducta humana.

Al caso: el tipo, tras la operación, unos meses horribles, noches sin dormir y un postoperatorio jodido le dan el alta. Con un corsé y casi sin poder caminar se pone la camisa de Resilient (nuestro centro) y sale por la puerta.

Puede parecer un acto sin más, pero que alguien sienta ese amor, acompañamiento y agradecimiento hacia nuestra labor, ya no solo como fisioterapeutas o entrenadores, sino como PERSONAS, es, para mi, el culmen de lo que puedo vivir en mi profesión.

¿Y qué tiene que ver el título con esto que me estás contando? Te lo explico…

El día que empecé en esto venía de un hospital concertado. Ya sabes:

– De 5 a 7 pacientes por hora.
– Un papel de un médico que decía: lumbalgia. Tratamiento: láser, ultrasonidos, masaje y magnetoterapia.
– Un «superior» de tu misma profesión permitiendo y sometiendo a compañeros mientras se paseaba por el hospital o estaba sentada en su despacho haciendo oídos sordos a la basura que se estaba ofreciendo.

– Unos pacientes que venían porque tenían que venir. No valoraban lo que hacía porque no servía para nada.
– Compañeros frustrados que habían normalizado y aceptado su rol. «Hago mis horas sin pensar, cobro mi sueldo y no hablo mucho para que no me echen».

Una vez conseguí algo de liquidez para pagar formaciones y dar pasos dejé el trabajo con una sonrisa.
No sabes qué alivio causó en mi ese «adiós».
No sé si los pasos que quería dar eran para alejarme de esa basura o para acercarme a lo que quería que fuera mi profesión en un futuro. Lo importante es que lo hice.

Me lancé a la piscina.
Me hice autónomo con muchas ganas, pero con muchas dudas.
Con mucha ilusión, pero con mucho miedo.
Con mucho empuje, pero a veces poca dirección.
Está de moda emprender y vivir de lo que nos gusta, pero nos olvidamos de que esos que nos animan también han comido mierda con palas antes de poder mostrarse equilibrados, felices y en armonía con el curso de sus vidas y evolución profesional.

🎸Y aquí empieza el verdadero Rock&Roll.

Dos meses como autónomo y llega una carta certificada a mi casa del Colegio Oficial de Fisioterapeutas.
¡¡Me están denunciando por permitir intrusismo!! y al centro donde colaboro ¡¡también!!

Unos ingresos que escasamente llegan para cubrir la cuota de autónomo.
22 años.
No me conoce ni mi madre en el mundo de la fisioterapia.
-1 pacientes.

Y me están denunciando porque hay un masajista trabajando en uno de los centros en los que colaboro.
Quieren que abandone el centro, que denuncie a ese compañero y les dé vía libre para ir a por él.
Si no, van a por mí.

Un mes antes, de manera altruista, había colaborado para fundar la comisión científica del mismo colegio, había dado la cara por la institución en la televisión antes de un evento deportivo y el agradecimiento por parte de los excelentísimos era ese.

Abogados, dinero (que no tenía) tirado, nervios, llamadas, conversaciones incómodas y reuniones de mucha tensión marcaron un entrenamiento en mi primer año como superviviente en el mundo de los autónomos.

Siempre pensé que no era normal mi forma de afrontarlo.
Fui mucho más maduro y demostré mucha más personalidad de la que creía que tenía.
Es probable que alguien de 22 años en esa tesitura hubiera preferido sucumbir o abandonar. Tenía mucho que perder y poco que ganar.

Pero había algo dentro de mi que decía: ¡LUCHA! y demuéstrate que puedes hacer realidad lo que tienes en la cabeza.

Y por eso toda esta historia.
Puede ser muy «sexy» ponerte en contexto de la lucha de este paciente.
Enseñarte cómo agradece y valora mi trabajo hasta el punto de que con todo lo que le está pasando QUIERE ponerse nuestra camisa para salir por la puerta caminando tras su tercera operación de columna.
Podría incluso enseñarte audios para que sientas la ilusión que tiene de volver al centro para reanudar su recuperación.

Pero la otra cara de la moneda es que sin ese entrenamiento, sin esa experiencia tan desagradable, sin esa serie de habilidades que desarrollé a la fuerza, sin ese carácter, determinación y personalidad que esculpí al principio de todo, nada de esto habría sido posible.

Esto no existía. Yo no caí aquí sentado. Yo empecé en un centro que vendía masajes y electroestimulación para entrenar 20′ a la semana. Empecé en el jodido fango.

Esos días no tenía 7-8 pacientes al día moviéndose e implicándose en sus recuperaciones.

No entraban por la puerta pacientes en búsqueda de ejercicio para recuperarse.

No hacía valoraciones en las primeras sesiones y las cobraba como la consulta de más valor.

No tenía 550m2 de espacio para desarrollar mi labor profesional.

No pertenecía a un equipo de profesionales del movimiento.

No tenía material de todo tipo para dar soluciones a las incógnitas de cada uno de mis pacientes.

No tenía una comunidad de personas que potenciaba el resultado de mi trabajo.

No daba charlas en congresos, en la universidad, ni tenía mi propia formación.

Pero me empeñé en ir a por ello para hoy, 7 años después, vivir experiencias como esta.

No puedo explicarte lo que me hace sentir que perciban mi trabajo así.

Espero que mi experiencia no apague el fuego de tu inicio.
Al contrario, que te ayude a afrontar con carácter y actitud los problemas que, sin duda, TE VENDRÁN.
Son el mejor entrenamiento para forjar habilidades que no tenías y un filtro para que te des cuenta de cuánto quieres lo que te has propuesto.

Rodrigo G. Azcona


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